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Actualmente estamos viviendo en una situación de policrisis civilizatoria. Así lo define Maristella Svampa, que nombra la crisis climática, la de los cuidados, la energética, el incremento de las desigualdades, la erosión de los valores democráticos y el auge de la extrema derecha como crisis que se entrelazan y se potencian entre sí.
Según Margalida Ramis, activista ecologista de las Islas Baleares, el concepto “transición” está en disputa: “Se quiere imponer una transición que mantiene las lógicas que nos han llevado hasta aquí”, afirma, y añade que hace falta ver quién, por qué y con quién impone esta “transición”, que no reconoce el concepto de “límites”.
Ramis moderó la charla inaugural de la [esc]hola, que tuvo lugar en Terrassa a mediados de noviembre, donde participaron la investigadora, socióloga, activista y ambientalista argentina Maristella Svampa, y la antropóloga, ingeniera, profesora y activista ecofeminista Yayo Herrero.
Svampa, que aporta una visión desde el Sur global, denuncia que actualmente hay “una transición energética que es corporativa, neocolonial e insustentable”. Corporativa porque la forma de ver y activar la transición energética es, para muchos actores, como un nicho más para hacer negocios y reposicionarse geopolíticamente. Neocolonial porque “el Sur global se debe contentar con ser zona de sacrificio a cambio de alguna rentabilidad extraordinaria”, puesto que el Norte global sigue requiriendo materiales como el litio, el cobalto, el coltán, el níquel, la plata… para hacer esta transición energética (por ejemplo, para hacer las baterías de los coches eléctricos). Finalmente, la ve insustentable porque no implica un cuestionamiento ni un cambio del modelo de consumo ni de distribución de bienes, mercancías y desechos actuales. Es una transición que el planeta no puede soportar, puesto que no puede sostener el modelo de crecimiento actual del Norte global.
Por eso, para Maristella Svampa, que forma parte del Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur, la actual es “una transición de patas cortas”, con importantes límites a medio plazo, y se necesita urgentemente una transición ecosocial justa y popular, que traiga consigo propuestas ecosociales que se activen ahora, en el presente.
Esta policrisis la define Yayo Herrero como un momento de “guerra contra la vida”. Por una parte, contra la vida física (cambio climático, extractivismo, ciclo del agua…) y, por otra, contra las condiciones de vida de las personas. Herrero destaca que, además de las relaciones Norte-Sur, también hay una guerra contra las condiciones de vida aquí, donde hay personas que, aun teniendo un empleo, tienen dificultades para tener una vivienda, alimentarse de forma saludable, llegar a fin de mes… y están en un contexto de condiciones sociales adversas que incluso les hace difícil plantearse formar familia.
Añade que también es una guerra “contra los vínculos y las relaciones con la trama de la vida y también contra los vínculos y relaciones entre personas”. Para Yayo Herrero, se ha generado una especie de “inteligencia ciega”, que es incapaz de ver que “cuando hablamos de desarrollo estamos hablando de destrucción vital, asimétrica e injusta”.
Recuperando una cita de Bruno Latour, que señala que “el mundo se ha convertido en un lugar extraño”, Yayo Herrero la ejemplificó con los efectos que la Dana ha causado recientemente en València, donde la gente se pregunta cómo ha llegado y por qué ha sucedido. Con este y otros desastres naturales, las personas del territorio lo miran y no lo reconocen, y a menudo les invade una sensación de extrañeza por algo que conocían de otra forma.
“Del ciclo virtuoso que permitía cultivar para obtener alimentos que se transformaban en energía para el cuerpo, para poder desplazarnos, comunicarnos, amar, celebrar y trabajar para volver a cultivar alimentos”, hemos pasado, según explica Yayo Herrero, a la lógica capitalista, que “se basa en ocupar, extraer, explotar, someter, acumular y matar, y cuando ya no queda nada, volver a empezar en otro sitio”. Por eso lo llama el ciclo de la muerte. Lo vemos en el capitalismo mundializado, desigual y sin frenos, que arrasa por donde pasa en forma de mina, resort turístico o megainstalación energética, y que usa la energía como poder.
Herrero alerta que la ultraderecha ya plantea abiertamente que hay vidas que sobran. En este contexto, se instala una dinámica de guerra, con sectores que sufren modos de vivir violentos (quienes viven en las periferias de las ciudades, personas migrantes que trabajan como jornaleras del campo, personas gitanas que han sido históricamente apartadas…).
Para Yayo Herrero, entonces, poner la vida como prioridad es crucial para seguir adelante. Las dos pensadoras coinciden en que es necesario que haya una transición ecosocial justa y popular, que una las agendas ecológica y social, y que traiga consigo propuestas ecosociales que se activen ahora, en el presente.
En el contexto de la [esc]hola, la charla inaugural –donde se habló también de cómo debe ser la transición ecosocial– sirvió como contenido inicial para los talleres y sesiones posteriores. La [esc]hola la hemos creado las cooperativas Som Energia, Somos Connexión y Som Mobilitat, como un espacio de aprendizaje, diálogo y creación conjunta por el que han pasado cerca de 300 personas para reflexionar sobre el papel del consumo en la transición ecosocial. Nos hemos centrado en tres ejes esenciales: los cuidados, la diversidad y la conquista de nuevos derechos asociados a las comunidades de consumo.
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